lunes, 10 de mayo de 2010

Embarcados

Nos orientamos contra el viento.
Damos las velas.
Paramos el motor.
Ya solo el sonido del viento en la tela y las olas nos rodea como una melodía natural que nos hipnotiza.
El barco duda, pero pronto tomamos sus mandos, y sentimos la fuerza direntamente en nuestros brazos.
Cazar las velas, tomar firme el timón, buscar nuestro camino jugando con el viento y las olas, atentos, pero relajados.
Sensación indescriptible. Libertad. Naturaleza. Fuerza. Soledad. Paz. Atardeceres de fantasía.
Si antes me sentia atraído por el mar, ahora me ha embaucado como pocas cosas lo han hecho.


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